martes, 11 de octubre de 2016

El interesante mundo de "hacer caso"

Como la persona sana que es, B trata de hacer su voluntad. Le digo que salga de la cocina y me entiende, pero no se sale; tampoco resiste cuando la saco. Hemos tenido mayor éxito con el baño: varias veces hace caso cuando le digo que no entre y varias veces hace caso cuando le digo que salga.

Estoy convencida de que el problema, si lo hubiera -cuando no hace caso-, sería instruccional. Ella atiende y responde, tanto al contenido como a la forma de los mensajes.

Un día me dio el susto de la vida. Oí un breve quejido y la busqué por interminables diez o quince segundos, imaginando qué cosa terrible podría haberla aplastado como para hacerla pasar de un quejido ahogado al silencio... Estaba en el patio. La puerta no estaba bien cerrada y aprovechó. Le dije que no podía salir al patio "nunca", de tal modo que repitió "nunca" toda la tarde. Y ha estado junto a la puerta del patio, sin dar el paso hacia afuera. Es el efecto del tono de voz. Si estoy, por ejemplo, lavándome los dientes, le digo "sal del baño, B", con ese tonito de mamá que repite mil veces las cosas. Pero si estoy sentada en el inodoro en los asuntos que no interesan al amable lector, entonces mi vulnerabilidad provoca un "no entres" decidido, desde que se acerca a la puerta, y se mantiene afuera.

En cuanto al contenido de los mensajes, podrá pensarse que al año y medio basta con decir "haz esto", pero he visto que de verdad funciona darle una razón. Sea que entienda cabalmente o no, darle una razón la convierte en partícipe (le muestra respeto, favorece el desarrollo del lenguaje y otras cosas de las que  no trata esta entrada). Por ejemplo, con el baño, si le digo "el suelo está mojado", ella dice "agua - agua", con un tono un poco de alarma; así nos conectamos en la necesidad de que esté afuera. Y está la magia de las instrucciones concretas y específicas. A mí me encanta: "pon tu pie afuera del baño - ahora el otro pie". Eso le da dirección y centra su atención en algo que quiere hacer, en lugar de en la renuncia.

Silvia Parque

3 comentarios:

  1. Quizá puedan parecer un poco brutas, pero te invito a que leas en los dos primeros párrafos de Mi sobrino Antonio las ideas de mi hermano sobre la educación de los hijos. Quede constancia de que nunca le ha puesto a un niño una mano encima.
    Besos.

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    1. Allá voy ahora mismo. Gracias, Macondo. Besos.

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    2. ¡Una hermosa entrada, Macondo! Como te dicen en un comentario, te brota ternura de todos lados cuando hablas de tus sobrinos.
      Me recordé leyéndola y no ha podido ser más atinado que la volviera a leer hoy, luego de que ayer tuvimos una escena con la hora de dormir. Me cuesta trabajo ser firme, a menos que esté en peligro físicamente; si es así, no dudo ni cedo; pero tengo que recordar que además de mantenerla viva, quiero eso que dices de tu sobrino para ella: que sea educada, que sea buena, que sea inteligente; las tres características requieren contención adecuada.
      Estoy de acuerdo, pero me resulta difícil. Visualiza que un día hizo no sé qué; le dije "muchacha de porra" y me contestó "¡ra-ra-ra!" No se puede ser mas encantadora, desde mi maternal punto de vista. Aquello no tenía importancia, era una gracia y yo dije "muchacha de porra" sonriendo. Pero ese mismo encanto es desplegado en cualquier ámbito de las artes consigo-lo-que-quiero y hay que tener cuidado.
      Muchos besos, Macondo.

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