viernes, 19 de febrero de 2016

Qué difícil la vida sin ti

Según mis cuentas afectadas por el cansancio, pasé unos siete días sin internet. ¡Qué cosa más espantosa!

Había estado sin internet antes de B; pero con B es completamente diferente

Alguna gente me había dicho que sería bueno que saliera, y sí me gustaría salir más, pero es muy complicado sin automóvil, así que disfruto de mis salidas a unas cuadras a la redonda, y tan campante. Hubo quien llegó a sugerirme que buscara "algo que hacer, en qué ocuparme". En su momento me pareció increíble hasta un punto cercano a la ofensa, que no se entienda que trabajo -y no me refiero al trabajo doméstico-, pero entendí que si eso no se entendía, menos se entendería que tengo bastantes cosas interesantes en qué ocuparme aunque no tenga trabajo en un específico momento determinado. Bueno: pues ahora sé qué les andaba preocupando a las bienintencionadas personas que temían que fuera a convertirme en calabaza...

Y es que busqué trabajar desde mi casa porque quería pasar mucho más tiempo aquí, y no he sentido ni de lejos la necesidad de volver a un empleo "normal" o de trabajar con más personas. De hecho, mi negocio no está en una etapa precisamente de apogeo, y sin embargo, me sostengo en esto porque de verdad creo que este es mi lugar en este momento. ¡Pero con internet!

Amo también hacerme cargo de mi casa; no limpiar: eso puedo hacerlo mal que bien -más mal que bien-, pero sí que me gusta mucho ordenar, cocinar, decidir si se lleva esto o lo otro a la lavandería, y cosas así de importantes. Cuando tenga quien haga el trabajo duro, será la quinta maravilla. ¡Pero con internet!

¿Y qué podría decir de cuidar a mi niña? Estoy sumamente agradecida por la oportunidad de pasar todo el tiempo con ella: aquí no hay "pero". Sin embargo... es la locura estar en la casa, criando, sin una ventana al mundo. Más justo en un momento, de esos "específicos momentos determinados" en los que no estoy corrigiendo o redactando para alguien. Necesito el mundo de las interacciones humanas que vivo por acá. Necesito leer y escribir por aquí. Hasta mis lecciones de inglés y francés... No es que no lo supiera, pero me quedó claro que veo videos de recetas esperando un día poner manos a la obra, pero también para ver y oír a las personas que elijo ver y oír. ¡Ni que decir de la blogósfera! Sin eso, habría días en los que trataría con una sola persona adulta, y por unas horas, nada más; terminaría teniendo tiempo de quitar las manchitas del piso, como hice antier.

Gracias, internet, por estar en mi vida.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Yo, que soy el tercero de siete hermanos, sería un malnacido si no supiera valorar el trabajo de una madre de familia que se queda en casa. Es el único trabajo que no se termina nunca. En cualquier otro, por muchas horas que le metas, hay un interruptor que te permite decir "hasta mañana". Respetando todas las opciones, es una bendición para los hijos que su madre decida quedarse en casa.
    Luego está lo de internet, que efectivamente puede convertirse en algo prácticamente indispensable.
    Besos.

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    1. Nunca, Macondo: nunca de los nuncas jamases. Y puede ser realmente desgastante. Clara Coria explica muy atinadamente, que en un trabajo común, aunque haya mucho desgaste, se obtiene un logro "terminado" que da una recompensa psicológica; en cambio, en la casa nunca están las cosas terminadas, y es usual que no se note lo que se ha trabajado.
      Yo también creo que lo mejor para un bebé y un niño pequeño es tener a su mamá en casa (salvo si la madre no puede ser feliz o realizarse así). Sin embargo, ahora noto que seguramente fue algo sacrificado para todas esas madres de antes, que lavaban pañales de tela, que tenían tantos "deberes" que cumplir, que no tenían una ocupación profesional o "creativa" -por decirle así-, ¡y que no tenían internet!
      ¡Besos, Macondo!

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