viernes, 3 de abril de 2015

No siempre el otro estará contento

Algunas personas sentimos ansiedad o angustia ante la expresión del afecto negativo de otra persona. Percibimos enojo o tristeza, y querríamos no percibirlo. Esta reticencia no es empatía ni compasión: no se trata de que quisiéramos que el otro no estuviera enojado o triste -aunque también puede que lo estemos queriendo-, sino de que quisiéramos no pasar por su enojo o su tristeza.

Es normal y cuerdo, por supuesto, no gustar de la cercanía de los afectos negativos. Pero si nos vinculamos con las personas, alguna vez habrá que convivir con estados de ánimo que no son agradables. Conviene saberlo, asumirlo y soportarlo; de no ser así, sentiremos la tentación de una de dos cosas que no terminan bien:

a) Exigir a la otra persona que no sienta lo que siente, o que no lo exprese, o que se apresure a recuperarse.
b) Tomar como misión el evitar o aliviar el sentimiento ajeno.

Silvia Parque

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