lunes, 9 de febrero de 2015

El día no empieza hasta que empieza

Hoy amanecí con un par de pendientes de dinero, de los que hacen a la gente preocuparse; yo no me preocupo como la gente, pero ahí se va un tanto de energía, en mantener el estrés bajo control. 

Pretendí tomar un vaso de agua, y no había agua desinfectada. Entonces fui por el mal camino, pensando en lo mal que está que la última persona que toma agua, no ponga más agua a desinfectar. Ahí se derrama un tanto de energía, en molestia, y cuando se derrama energía en mi casa, suele suceder que habrá otro derrame. 

Así que pongo agua en el garrafón, abro el gotero de la plata coloidal para desinfectar, lo llevo hasta la abertura del garrafón, le doy vuelta y aprieto para que salgan tres gotitas, y lo que sale es un chorro de líquido café oscuro amarillento, que cae en el agua, en el mueble de la cocina y en el piso. De inmediato hay otro escape de energía y una muy sentida expresión de pena por mí misma.

Pero el día no empieza hasta que hago oración, así que voy a lo mío. Hablo con Dios y todo se aquieta. Quedo en paz y las cosas se ven desde otra perspectiva -una buena-. 

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Tener que desinfectar el agua debe ser muy pesado. Un beso.

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    1. Un poco engorroso, nada más :) sobre todo por esperar el cuartito de hora a que haga efecto el desinfectante.
      Un beso, Susana.

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