jueves, 31 de julio de 2014

Tú, Claudio

"Yo, Claudio" me ganó desde sus primeras líneas:
Yo, Tiberio Claudio Druso Neo Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido de mis parientes, amigos y colaboradores como "Claudio el Idiota" o "Ese Claudio", o "Claudio, el Tartamudo" o "Clau-Clau-Claudio", o, cuando mucho, como "El pobre tío Claudio", voy a escribir ahora esta extraña historia de mi vida.
Sin embargo, leí despacio, dejando días entre un avance y otro. Hasta que llegué a la mitad. Entonces ya éramos Claudio y yo, hasta la noche de antier, en que de plano fue difícil contentarme con dormir sin haberlo terminado, y la noche de ayer, que lo retomé aunque estaba realmente cansada.

Ahora viene mi confesión de hortera.

Primero, disfruté mucho los imperios de Tiberio y de Calígula. Qué manera genial de decir las cosas. En momentos cruciales, hace la magia de El bebé de Rosemary, dejando que la mente/intuición del lector/espectador, sea la que acomode lo superlativo. Pero yo quería llegar al imperio de Claudio. Me apena porque me siento como quien espera instrucciones para matar pajaritos, en Matar a un ruiseñor -que no he leído-. Justo ayer por la noche, antes de las páginas finales, leí en la solapa del libro, que Graves escribió "Claudio, el dios, y su esposa Mesalina". Me sentí estafada. Traté de consolarme entendiendo que no es un libro dividido en dos, que son dos libros completos por sí mismos. Ahora que releo sus primeras líneas, caigo en cuenta de que podía estar advertida, con eso de que "no hace mucho, fui conocido de mis parientes". Pero la verdad es que me sentí como al salir de la primera película de El señor de los anillos: ¿cómo que no me van a decir más?

Silvia Parque

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