martes, 27 de mayo de 2014

Un gran jardín de niños a la hora del recreo, con las educadoras distraídas

Los niños dan tal valor a la palabra de cualquiera, que la enunciación de otro pone en riesgo su realidad.

Se dan las escenas más simpáticas en alusión a la identidad sexual -por el valor que tiene el género masculino en la cultura, el niño defiende más su ser niño, que la niña su ser niña; pero eso es otra historia-. Usualmente, cuando a un niño de unos tres años le dicen "es niña, es niña", siente que la letanía le quita el sexo y se lo cambia. Un adulto -usualmente una mamá o una educadora-, puede poner las cosas en su sitio, también con su palabra -¡gran alivio!-; sin embargo, si el listo o la lista que molesta sigue diciendo en voz bajita la grandísima ofensa: vuelta a empezar: y es que el niño pequeño está a merced de lo que digan uno y otro. De lo mejor que puede hacer la persona adulta es decir -otra vez la palabra-: "¿ah, sí?, pues cuando Fulanito te diga 'xyz', tú le dices 'abc'". Puede seguir dándose el pleito, pero armado no es lo mismo que desarmado...

Los niños de preescolar pueden pelear a golpes por defender lo que conforma su mundo: por la existencia de Santa Claus, por ejemplo. Los más civilizados pueden ofrecer al otro la oportunidad de retractarse. Los tímidos y los mejor adiestrados, no pelean físicamente, pero sienten la amenaza a su mundo y buscan contrarrestarla como pueden. Los niños son incluyentes; si se les deja a su aire, no van a discriminar por lo que discrimina un adulto; pero típicamente, excluyen a esos que vienen con disidencias de las que sí les atañen. Son creativos, sí; pero en lo importante, son las personas más conservadoras del mundo, y no votarían por nada de libertad para "el otro". Su ingenio no viene de que se atrevan a romper esquemas, sino del desconocimiento de los esquemas ya conocidos por la mayoría de nosotros; ante la ignorancia, crean los suyos, que nos resultan atrevidos -y divertidos-. Pero la mayoría de los niños sabe que hay un único modo de esto o de aquello: el que han aprendido.

A veces, treinta o cincuenta años después, las personas siguen actuando de la misma manera; el mundo a veces parece un jardín de niños mal llevado.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Jajaja, me ha encantado! no lo había pensado nunca, pero es cierto, los niños son conservadores, de su mundo, de sus rutinas, de sus cosas, de su forma de hacer...

    Con el último párrafo me he acordado de cuando trabajaba en una empresa donde éramos treinta o cuarenta, cada día rencillas, enfados, amiguitos que dejaban de hablarse, que hacían grupitos nuevos, adultos a los que había que ir detrás como si fueran niños para que cumplieran con sus obligaciones, que intentaban distraerse de ellas o esquivarlas como niños... luego se quejaban de que les regañaran como a tales ..uffff! Yo siempre lo decía - joder! que ésto parece el colegio, por favor! -

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    1. En las organizaciones sucede cada cosa, que a veces es increíble como los adultos movemos el mundo.
      ¡Qué bueno que te gustó! Me llaman mucho la atención los niños, pero me alegra ya no ser niña ;)
      ¡Besos, Inma!

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  2. Hay gente que nunca madura. Un beso.

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    1. Sí... y eso que ni es necesario madurar "tanto", nomás tantito ;)
      Un beso, Susana.

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