Con los años, encontré que lo común es que sea al revés: damos por bueno lo que es tramposo. Muchos aprendimos a no hacer trampa "hacia afuera": en la escuela, en el trabajo, al mercar; pero pocos aprenden lo necesario para no hacerse trampa a sí mismos. Creemos que estamos siendo listos tomando un atajo para algo que debemos resolver paso por paso; nos quedamos con la primera impresión de algo que requiere repensarse, seleccionamos la información para encontrar confirmación de nuestros supuestos; sobre todo, atribuimos nuestro comportamiento a causas que el corazón sabe que no son "la causa" de lo que hacemos.
Silvia Parque
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