martes, 11 de marzo de 2014

El hombre que huele rico, en el café

Entra alguien al café; huele rico. En realidad, entran dos jóvenes que ahora veo que se llevan los cafés, seguramente al trabajo porque traen sus gafetes colgando; un grupito de otros tres hombres, más jóvenes y más animados que los anteriores; una mujer que pide lo suyo con algo así como prisa en la mirada de fastidio; y un señor que es el único que se ha sentado, a unos metros de mi mesa, y que es el del aroma.

Debe tener más de cincuenta años, y apenas me devuelve una no-mueca cuando le sonrío. Para mi gusto, no tiene un centímetro de guapo, pero va bien vestido -nada elegante- y con los zapatos limpios. Debe dar gusto tener un papá así, un marido así. Me gusta ver a esos hombres ordinarios con recursos para entrar a un café, con intereses para pensar con una libreta, una chequera y un bolígrafo, mientras hacen a un lado el libro que sacaron del portafolio para poder sacar lo que sí van a usar. Para cosas más cercano-afectivas, me gustan los que aprecian, tienen y usan buenos bolígrafos, y más los de plumas fuente -será porque yo no me hallo con ellas-. Este vecino de mesa no es de esos; tiene un bolígrafo de los que regalan en algún lado; pero mira sus cosas con severidad amansada, y eso compensa.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Ahhh! Esas plumas....me encantan, yo a mis "hombres" siempre he terminado regalándoles en algún momento una pluma, y un mechero Zippo, me vuelven loca esos pequeños detalles en un hombre, y como no me vienen así de serie, me encargo yo de adornarlos jaja. El perfume se lo dejo a ellos para poder relacionarlos siempre con un determinado olor que nada tenga que ver conmigo.
    Besitos

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    1. A mí el que me gusta ya era hombre de plumas; es quien me ha dado las que tengo, después de la primera, que me dio mi mamá: una cross inolvidable, pequeña y delgadita :)
      Besitos, Inma.

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