jueves, 20 de febrero de 2014

Quiero hacer pipí

Por alguna extraña razón, estos días me he encontrado en situaciones que me obligan a estar aguantándome las ganas de hacer pipí, es decir: en la calle y con ganas. Es horrible. Cuando era niña tenía un problema con eso: me aguantaba todo lo posible, hasta que me metía en un lío de dolor y angustia... debe tener implicaciones muy interesantes para mi analista, pero por lo pronto, me concentro en descubrir qué cosa objetiva habrá cambiado en mi rutina para ponerme en esta situación varias veces seguidas. Porque habrá que arreglarlo: tener ganas de hacer pipí sin ser demente ni estar borracha es una cosa terrible: el cuerpo se tortura a sí mismo antes de dejar salir lo que presiona por salir. Toda la corteza cerebral no alcanza para encontrar un lugar oscuro en el que bajar el pantalón y terminar con el asunto, porque a la cultura occidental se le ocurrió que las niñas no solamente no hacen pipí en donde sea -que eso también va para los niños educados-, sino que morirían si lo hicieran.

Silvia Parque

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