viernes, 22 de noviembre de 2013

Prefiero la libertad

"Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos [...]" (Génesis 3:7)

Prefiero la libertad. Elijo desear y poder equivocarme. Ni el nirvana ni la condición angelical me atraen en esta vida. Compro mi voluntad con la fecha de mi muerte, y pago con gusto; vale la pena -literalmente-.

Sé que el vacío que abro empuja hacia toda suerte de rellenos que me dejan en el linde de empeñar la libertad, o de plano esclava de la falta (deseo y error) de otros; pero no es lo mismo perder algo que no tenerlo, ni es lo mismo perder algo una misma, por la calle, en el circo, donde sea, que ofrendarlo sin estrenar en una cámara inmaculada.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Siempre es mejor la libertad y pagar el precio del error, aunque a veces cuando una se siente debil y cansada de todo, cae en la tentación de desear dejarse llevar, acurrucarnos, cerrar los ojos y que alguien decida por nosotras y nos cuide.
    Probablemente si ocurriera no nos gustaría y nos rebelaríamos, pero a ratitos apetece ser una niña y no tener control ni responsabilidades.
    Besitos

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    1. No creo que siempre sea mejor la libertad; es decir, no creo que sea mejor para todos, creo que puede haber quienes no la quiera; claro que nadie cuerdo -o casi nadie- querría estar preso en la cárcel o encerrado en una habitación, pero excepto eso que implica al cuerpo físico, creo que no todos quieren ser libres. Lo sé porque muy a menudo no lo he querido... pero lo que no he querido ha sido algo que llamaré "libertad" con minúscula; siempre he querido la "Libertad" con mayúscula, digamos, la libertad originaria con la que puedo decidir no querer la otra: el libre albedrío que me hace pecadora. En cuanto a la vida de andar por ahí, la tentación de ser una niña sin control ni responsabilidades muchas veces me ha ganado.
      ¡Besitos, Inma!

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