viernes, 6 de septiembre de 2013

Ahora estoy distante

Van a cumplirse cinco meses de que vivo sola. Primero monté un campamento en el primer sitio donde pude meterme. Luego me instalé en una habitación cómoda, en un lugar que me resulta conveniente. Pasaron dos o tres semanas sin que viera a mi marido. Hablar con la persona con la que has vivido más de diez años es diferente cuando no estás viviendo con esa persona. La tarde en que volvimos a vernos, entre otras cosas, dijimos que nos amamos. Siempre lo hemos dicho. A él no le gusta que hable sobre él, pero últimamente no lee el blog, así que para cuando se moleste ya habrá llovido y se habrá secado el piso.

Fuimos viéndonos cada vez más y empecé a disfrutar un grado de romance y amabilidad que me enamoró de un modo en que no me había ocurrido antes. No nos separamos peleados, al contrario; la última tarde que pasé en la casa -viviendo ahí- fue especialmente dulce: tan dulce como dolorosa. La cosa fue que yo creía que pasábamos por un buen momento; pero fui queriendo "más": palabras, actos... un hijo; resultó que a él no le parecía que pasáramos por tan buen momento; puestas las cartas sobre la mesa, concluí que por salud mental, sería bueno irme. Hace unos años tuvimos una gran crisis en la que fantasee mucho con irme. Hice realidad la vieja fantasía.

Curándome en salud, dejé claro que no me separaba de él: que me iba a otro sitio para que pudiéramos trabajar en cuestiones personales, porque no era capaz -yo- de estar junto a él en las condiciones en las que él podía estar. Cinco meses después entiendo que no podía soportar la palabra en ese momento, pero que lo que hicimos fue separarnos. Tuvo la cortesía, cuando fue necesario, de dejar claro que se considera casado y que soy su esposa. Pero hace unos días tuvo un lapsus. No menciono la frase que se le escapó, porque trato de medio respetar la parte suya de esta historia que él no querría publicada; pero el caso es que puedo notar que el ciclo de separarnos para pensar-replantear, etc., no puede dar mucho más de sí. O para un lado o para el otro, pero toca dar un paso.

Encontrarme sola fue muy difícil. Las primeras semanas fueron terribles; sin embargo, tienen de bueno que  me hicieron valorar la amistad. A lo largo de los siguientes meses, reencontrar al hombre que amo ha sido extraordinario; no me queda claro que a él también le pase algo así, pero bueno... llegamos al día en que dijimos que hablaríamos sobre qué iba a pasar.

Planeamos volver a estar juntos y nos dijimos cómo nos gustaría que fuera. Desde entonces estuvimos cada vez más cerca, literal y metafóricamente. Se fueron presentando situaciones motivo de roce y reaccionamos bien. Todo pintaba bonito y me alteré. Me convertí, espero que temporalmente, en Silvia Sensible. Me di cuenta de que soy yo quien busca la casa para mudarnos: él comenta, pregunta; pero porque yo saco el tema -¡él no saca el tema!- Es cariñoso, pero si estoy triste, me consuela poco. Si estoy enojada, apenas lo soporta. Y de pronto me enojé por una lista de cosas que vinieron del pasado a molestarme. Sería fácil si yo pudiera reclamarle y él me pidiera perdón de rodillas, llorando a moco tendido y jurando que me ama como nadie más podría amar a nadie. Pero no va a hacer eso, así que no es fácil.

Ahora estoy distante. En este párrafo me parece que le comprendo y quisiera haber sido un apoyo hace un momento, que nos vimos. Al mismo tiempo me siento ofendida porque no compensa mis inseguridades con los arrebatos de amor que de todas formas no acabarían con mis inseguridades.

Pienso "¿le llamo?" "¿no le llamo?", y me molesto porque siempre llamo yo; luego recuerdo que en realidad no "siempre llamo yo" y que me ama. Tal vez no se trata de eso: tal vez es que me duele que no esté en condiciones de hacer conmigo un plan para mudarnos. ¿Por qué habría de hacerlo yo sola? Es cosa de dos. Me doy cuenta de que empiezo a dar vueltas. Me detengo.

Silvia Parque

6 comentarios:

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    1. Inma querida, al moderar comentarios nada más se ve un pedacito del comentario; así que publiqué el tuyo; una vez publicado lo leí completo, y al final leí la postdata y lo eliminé para responderte al correo. No te pongas triste, Inma, pero qué bonito siento de que te pongas triste, con perdón. Tú a mí me has puesto no contenta pero sí algo parecido porque me siento consolada, comprendida, acompañada. Te escribo al correo. ¡Gracias por estar!

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  2. Hola Silvia, lo primero agradecerte una entrada tan personal y sincera. En las cosas del corazón nadie puede opinar sobre los demás, porque solo uno sabe lo que siente. En mi caso, yo lo siento así: en el amor la reciprocidad exacta no existe. Unas veces quiere más uno y otras quiere más el otro. Para unos temas tira del carro uno y para otras tira el otro. Y viendo esa irregularidad de tiempos, tiene que compensarte y valerte. Si no te compensa y sientes que siempre das más y quieres más tú... algo va mal. Aunque a veces lo que sentimos tampoco es lo que en realidad ocurre... Complicado asunto.

    Espero que la cosa se resuelva de la mejor forma posible y seas feliz. Un beso!

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    1. Gracias por decir eso, Matt, porque prefiero que las entradas del blog sean, digamos "no tan personales"; sin embargo en esta ocasión me hizo falta, y la verdad es que además quería sus comentarios, que me hacen bien. Tienes razón con lo de la reciprocidad y la irregularidad de tiempos, y creo que si no estuviera tan sensible, podría estar bien con eso, ¡porque estábamos bien!, hasta especialmente afectuosos, él haciendo cosas bonitas por mí que sabe que yo quiero y antes no hacía. Pero me complico. Siento que casi siempre da más él, y que casi siempre quiero más yo, y en cuanto lo escribo pienso que es al revés... Complicado asunto.
      Cuento con que nos amamos. Eso es central. En verdad, gracias por la buena vibra :) me hacía falta.
      ¡Un beso!

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    2. Estoy muy de acuerdo también con lo que te dice Matt, y me sirve a mí también.
      Besos a las dos

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    3. ¡Besos! :) De verdad me hacen sentir acompañada :)

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