jueves, 23 de mayo de 2013

De ocho a nueve

Saliendo del trabajo, ya después de checar y rumbo al estacionamiento, nos topamos con una de las personas agradables de la universidad. Intercambiamos saludo-despedida, decimos cualquier otra cosa, y comenta que él sale a las nueve.

"¿A qué hora entras?", pregunto, y contesta que a las ocho -de la mañana, se entiende-. "¿No tienes familia?" Sí tiene, hijos crecidos, y esposa. Apenas serían dos minutos de conversación, y aprovecha para decir que ella -o el matrimonio, no queda tan claro- está resintiendo ese tamaño de jornada. Le decimos, con unas palabras y con otras, que no descuide lo que vale la pena, lo que da sentido a su vida.

"Te lo digo por experiencia..."

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Es cierto. Esas jornadas son incompatibles con la familia. un beso.

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    1. Once horas; si calculamos media hora de camino, ¿cuánto tiempo despierto pasa en su casa? La otra opción sería no dormir, y ya no tiene veinte años. No sé cuántas personas estén en una situación parecida en la universidad; sabía de otra persona, pero soltero.
      Un beso, Susana

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  2. Mira, yo de vez en cuando me paso el día entero trabajando también. Ya van dos semanas, por ejemplo, de 9 a 20. Pero no puedo escoger, ojalá! Es una verdadera mierda.

    Un besito

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    1. Es una pena cuando hay familia esperando, bueno, aunque no haya familia esperando, con un horario así queda poco espacio para el necesario esparcimiento. Ojalá pronto tengas una situación más relajada, Telma.
      Un beso :)

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