miércoles, 24 de abril de 2013

Mis casas

                                                      Yo: Es que "casa" no me la creo, y "cuarto" me suena mal.
                                                              R: Es tu espacio.

Siguiendo el ejemplo de Matt, y aprovechando su empujoncito, va el recuento de mis casas:

Mi casa era la casa de la abuela. La más grande y bonita de la colonia. Tuve una preciosa recamarita durante unos años, y luego una recámara que marcó mi paso de niña a niña-grande. Aunque puede decirse que viví ahí mis primeros once años enteros, para mí es muy importante una breve temporada que mi mamá tuvo una "su casa" donde vivimos juntas -mi corazón fue felicísimo: creo que nadie se enteró-.  Antes de eso hubo otra casa, que mi mamá compartió por un tiempo mucho más breve, con un señor con el que se casó... ahora que lo escribo me pregunto si en realidad viví con ellos: siempre di por hecho que sí, dado el recuerdo de la recámara que tenía en esa casa... ahora entiendo que podría ser un recuerdo de algo imaginado.

Nos mudamos a una casa "de paso" cuando mis abuelos se divorciaron. No fue una experiencia alegre para mí, pero tampoco duró mucho. Cuando estuvo lista una casa nueva a la que identificaré como "1", nos mudamos. Luego estuvo lista otra casa nueva a la que identificaré como "2", y nos mudamos. El plural del que hablo incluye a distintas personas cada vez. Mi mamá no siempre vivió en la casa de la abuela, y hasta este punto de mi relatoría, yo sí. Cuando terminé un proceso de crecimiento importante, le dije que quería vivir con ella, y entonces, por primera vez, "me mudé", en singular. La casa a la que llegué, ya apareció en la lista, es la casa "1"; pero para mí cuenta como otra casa, porque ahora era casa de mi madre.

Por cosas de la vida terminé mudándome otra vez en plural -con madre y hermana pequeña- a la casa "2", de la abuela; pero ya no me "instalé". Me casé, y como corresponde: me mudé. Me sentía soñada "poniendo mi casa". Amé cada pared y rincón de ese lugar. A los ocho o nueve meses, mi familia de origen cambió de ciudad de residencia, y mi pequeña familia de dos, se mudó a la casa "2", que se quedaba vacía. Poquitos años después, vine a Querétaro. Renté un cuarto en la casa de una familia. Me parecía de cuento: subía por una escalera de caracol y tenía una vista hermosa del centro de la ciudad. Cinco meses después, me alcanzó mi esposo. Yo ya me había movido a un lugar donde pudiera llegar él. Según yo era un cuarto pintoresco en un ambiente como el de un pueblito, pero él encontró un cuarto de vecindad en un barrio pobre. Así que nos mudamos a "una privada" con un jardín enorme. Era un cuarto largo que había sido un lugar para hornear pan, así que teníamos una cocina desproporcionadamente grande.

Hubo otra mudanza, donde se fraguó mi aprendizaje de que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Después, nos cambiamos a un lugar sacado de mis sueños, en el centro de la ciudad. Según una persona que conozco, es una tapia; pero a mí me encantó hasta que llegó el tiempo de cambiar de aires.

Silvia Parque

6 comentarios:

  1. Me ha encantado! Aunque creo que falta una segunda parte, no?.
    Preciosa frase la de tu corazón feliz del que nadie se enteró.
    Besos!!

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    1. ¡¡Gracias, Matt!! Ha sido gratificante hacerlo.
      Sí: falta una segunda parte :)
      ¡Besos!

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  2. Caramba, sí que te has movido... Un beso.

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    1. No me había dado cuenta realmente, hasta ahora que lo pensé al escribirlo. En un principio, en realidad me muevo "llevada"; al crecer ya me muevo por mí misma.
      Un beso, Susana

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  3. Lo de los cuartos no lo entiendo muy bien ¿Una sola habitación? es por situarme

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