Volviendo al ejemplo de la clase en prepa: es una situación distinta que un chico diga una grosería para ofender a su compañero, a que un profesor diga una grosería para ofender a un alumno. En el caso del profesor, salvo casos extremos, no hay atenuantes: si lo provocan, debe controlarse; si tiene un mal día, debe controlarse; si él no sabía que eso "está mal", ¡debía haberlo sabido! Lo que hay para el profesor es el enorme agravante de que es el profesor. La grosería puede ser la misma, pero la ofensa es mayor si viene de parte de quien está en una posición de mayor poder, y es peor en tanto viene de quien debería modelar el buen comportamiento. Es un ejemplo simplón porque así es fácil expresar el punto; no es que yo vea mal las palabras que suelen llamarse "groserías", o que no entienda que los profesores -sacerdotes, gobernantes, etc.- son humanos falibles. Solamente quiero indicar que es una pena, que el Procurador General de la República y el alcalde de Acapulco, no hayan aprendido eso en la escuela.
Silvia Parque
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