sábado, 22 de diciembre de 2012

El niño del tambor

En un pasado muy-muy lejano, encontré un librito que me presentó la idea de "orar sin cesar"; la frase es un versículo de la Epístola a los Tesalonicenses (5:17), pero yo la encontré en mi librito. No me resistí. Tenía pocos años, y entre menos edad, más se acepta por entero lo que se acepte. Luego, a veces se medio enturbia lo que una tenía claro, pero siempre es posible espabilar...

En el mismo orden de ideas, en un pasado cercano, leí sobre una serie de ritos judíos para hacer la comida. Me pareció maravilloso. Lo tomé como una inspiración a ofrendar a Dios cada acto, pero sobre todo, los que producen: los actos de trabajo; ahí donde se despliega el talento que recibimos de regalo. Por eso me gusta especialmente el villancico del tamborilero: porque el ronco acento del ro-po-pom-pom  es de verdad lo mejor que tiene para ofrecer, y lo ofrece a Uno que está esperando justamente eso.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Qué bonito árbol de Navidad. A veces lo mejor que puedes dar eres tú mismo. Un beso.

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    1. ¡Gracias, Susana! ¿Qué mejor para dar, que darse una misma?
      Un beso.

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