martes, 17 de julio de 2012

Café en María y su bici

Anoche cené en María y su bici, un restaurante de comida oaxaqueña al que me hacía ilusión volver. Pedimos una tlayuda para compartir entre dos; mi acompañante pidió un jugo de naranja, y yo un café de olla. Extrañamente, el café me supo picante. Pregunté al mesero si me había servido un café "común y corriente", y dijo que sí; preguntó qué pasaba, le expliqué, y retiró mi jarrito. No hice un reclamo; hice una pregunta. Él se portó con la amabilidad que correspondía.

Casualmente, estábamos en una mesita para dos, junto a la cocina, así que pude ver y escuchar tratar el asunto de mi café, a quien según entendí, es la dueña del lugar: la señora María. Parecía molesta al asegurar que el café no picaba, y al preguntar: "¿qué quiere, que se lo cambien?" Tal vez son sus gestos y tono de voz normales; mi acompañante los interpretó peor que yo, porque su reacción fue un "nos vamos en este momento", que cedió ante mi silencio. El mesero me llevó otro café, tan bueno como el que recordaba habar tomado alguna otra vez en el lugar.

Silvia Parque

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