Luego, están los comentarios de los sabiondos, que a su vez se dividen en dos categorías: 1) los que compadecen o se burlan de la ingenuidad de quien todavía no paga impuestos, ni ha tenido infecciones vaginales, como si la alegría bullente fuera tonta o loca, y 2) los que toman con seriedad la oprimente situación de la gran mayoría de los niños del mundo, que no tienen un baño como el de la casa de esta niñita. La primera de las posiciones es la madre del delicioso humor ácido con el que algunos aderezamos nuestros males; además, se presta para compadecer o burlarse, a su vez, de estas personas listas. En cuanto a la segunda categoría, como promotora de la Campaña por la abolición de la obligación de la felicidad, me corresponde asentar públicamente que: nadie tiene que pagar con su vida por nada; si se ha nacido en la bendita posición de los que van a escuelas bonitas, ¡a Dios gracias!, mayor responsabilidad se tendrá en el futuro, y entre más gozo se acumule en la niñez, más probable es que esa persona apoye la creación de un mundo menos injusto.
Por último, están los que observan alienación o sospechan algún tipo de sufrimiento, es decir, los que imaginan que tanto ánimo debe pesar, los que creen que canturrear algunas afirmaciones requiere tanto esfuerzo psíquico que se está escondiendo o sobrecompensando alguna carencia o daño. A estas personas las requiere mi Campaña por la abolición...; seguro entienden que la no obligación no es igual a la prohibición, y acaban cayendo en la cuenta de que sí, hay algunos ejemplares de gente realmente feliz.
Silvia Parque
amen..
ResponderEliminarAmén.
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